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martes, 1 de marzo de 2016

Aborto por violación, un crimen para tapar otro crimen

Hoy será un día aciago para Chile. La comisión de Constitución de la Cámara de Diputados aprobó las tres causales para despenalizar el aborto en Chile, incluída la causal de violación.

Es cierto que Chile tuvo un retroceso en materia de aborto terapéutico durante el gobierno militar, sin embargo, como suele ocurrir con los sectores más radicales de la izquierda, se aprovechan de esta situación para llevar la despenalización del aborto a términos inconcebibles para una sociedad que se declara respetuosa de los derechos humanos.

También es cierto que el tema no es pacífico y no pretendo agotarlo en estas breves líneas. Es más, estoy muy cercano a las reflexiones de aquellos que abogan por las demás causales que se encuentran muchísimo más investigadas, justificadas y explicadas.

Mi motivación sólo apunta a marcar la idea de que aprobar el aborto por violación de la mujer es una solución criminal para otro crimen

Con el asesinato del que está por nacer se pretende resolver los efectos de una violación. No basta con los efectos del primer crimen, la violación de una mujer, sino que, aumentando los efectos de la crueldad humana, ahora se avanza hacia la autorización un delito mayor aun, el asesinato de un inocente.

Ya conozco todos los argumentos a favor del aborto, suelo hablar cuando me he informado muy bien de las opiniones de mis contradictores y no soy tampoco el llamado a ofrecer una solución. Precisamente, para eso son los legisladores. Lo que sí tengo claro es que este es un caso típico de colisión de derechos y es en estas delicadas encrucijadas que la vida en sociedad nos pone por delante, cuando debemos exhibir la mayor sabiduría, sensibilidad y justicia.

Sé que una violación es una experiencia demoledora para cualquier mujer y con la misma convicción también sé que el aborto no es una solución en justicia.

Nunca entenderé que los mismos que hacen campañas con los derechos humanos pisoteen salvajemente la vida de un inocente que ninguna culpa tiene y que menos puede defenderse. Y eso, por lo menos para mí, no admite matices.