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domingo, 28 de enero de 2018

En el Teatro Bohem no aprenden nunca

Una nueva visita al Teatro Bohem terminó en forma desastrosa. En esta ocasión, el grupo tributo a Queen, “A Band of magic” demostró que no se necesita tocar mal para ofrecer un pésimo espectáculo, cuando se descuidan los detalles técnicos como el volúmen general y la armonía entre los instrumentos y el vocalista. Una tortura.

Además, la presencia de dos menores en un recinto en que se ofrece alcohol es una flagrante transgresión a la ley de alcoholes.
Visité por primera vez el Teatro Bohem con motivo de la presentación de Luis Dimas, el 25 de junio de 2017. Fue una experiencia malita, desde la perspectiva del servicio, que el artista de la ocasión salvó con su tremenda calidad.

Está vez no fue así. Y como en el Teatro Bohem ya han tenido suficiente tiempo para corregir y mejorar, no seré benevolente en estas líneas.
Durante enero, el Teatro Bohem tuvo una nutrida cartelera con diversas presentaciones para distintos públicos y en distintos horarios, lo que daba una señal de crecimiento. Cada actividad aparecía con una hora asociada y la que elegí para disfrutar la noche del sábado 26 de enero fue el tributo a Queen, que se anunciaba a las 22 horas. Pues bien, como cualquiera que es ordenado intenté reservar vía chat de Facebook.

La reserva

Mi mensaje era claro: solicité mesa para dos. Más tarde, el administrador del chat me preguntó para cuántas personas era la reserva. Ese detalle debió hacer saltar mis alarmas, pero confiado, pensando que el administrador del chat estaba muy atareado, sólo me limité a reiterarle la solicitud de mesa para dos. Nunca recibí confirmación de la reserva.
Como puede verse, la comprensión lectora de la administración del Teatro Bohem es algo limitada, además de no responder nunca lo solicitado.
No obstante, como la vez anterior tampoco el chat había sido muy asertivo y la asistencia escasa, pensé en que bastaría llegar a una hora prudente para asegurar un lugar, para dos, como he dicho.

La llegada

Pues bien, a las 21:25 horas tocamos el timbre del local pues aunque restaba poco para la hora anunciada, las puertas de acceso estaban cerradas. Abre un encargado, preguntamos si habría función a las 22 horas y nos explica que "el teatro abría a las 22 horas", extrañamente a la misma hora anunciada para el inicio de la presentación musical. Tampoco podíamos ingresar pues estaban “arreglando” el local. ¿A usted le había ocurrido algo así? ¿Ha llegado al Teatro Regional de Rancagua, al Gran Arena Monticello o al Cinemark a una hora prudente y se ha encontrado con las puertas cerradas y nada listo? Así que quedamos obligados a ir a tomarnos un café cerca, para esperar la apertura del Teatro Bohem.

Pasadas las 22 horas estábamos de vuelta en el local. No permitiríamos que algunos detalles logísticos nos privaran de disfrutar de un tributo a Queen, así de optimistas y benevolentes estábamos. Con el mejor de los ánimos, ingresamos, pagamos la entrada y preguntamos por nuestra reserva de la que nadie sabía nada. Pero como a esa hora el local era nuestro, elegimos mesa sin competencia.

Notamos que eliminaron unas butacas de cine que tenían anteriormente frente al escenario y las reemplazaron por pequeñas mesas para dos o tres personas, luego mesas para cuatro y finalmente mesas circulares para más personas. Buena idea.

La larga preparación del escenario

A esa hora, más de las 22, todavía estaban “arreglando el escenario”. De hecho, parecía que recién habían empezado y terminaron poco antes de la medianoche. Sí, casi dos horas para un teclado, una batería, un bajo y una guitarra eléctrica. Menos mal que no se trataba de un concierto sinfónico. Sin embargo, a esta demora se sumaba la estridente música ambiental, lo que ya mostraba que no sería una jornada muy fina en lo musical.

El paupérrimo menú

En ese ambiente, a gritos, pedimos algo del exiguo menú del Teatro Bohem. A diferencia de la vez anterior, en que el menú constaba en una hoja manuscrita, ahora estaba impreso en dos hojas, pero igual de pobre que antes.

Para comer había cuatro alternativas: Chorrillana, quesadillas, una tabla de cocktail y papas rústicas. La chorrillana y las papas rústicas las descartamos de inmediato. Luego de aquellas papas fritas que chapoteaban en aceite de la vez anterior, lo frito era un peligro. Así que para evitar que la mano del cocinero nos arruinase el estómago, ya que los parlantes nos estaban arruinando los oídos, optamos por lo que nos pareció más inocuo: la tabla antipasto, compuesta de aceitunas, unos quesitos locos por ahí, en cubitos, maní salado con pasas, los antiecológicos y desabridos palmitos, unas rebanadas de salame, todo acompañado por un par de salsas que calificaron con algo más de regular.

Para beber optamos por un insípido jugo natural, como el agua, de chirimoya; y un mojito, casi lo mejor de la noche. Posteriormente, una limonada, que se suponía tenía menta y gengibre, terminaron de demostrar que en el Bohem la especialidad es la mediocridad.

Y, de repente, apareció el administrador

Como un detalle cómico, pasadas las 23 horas, el administrador del Facebook del teatro me pregunta por el chat si iríamos al tributo. Mi respuesta, en una actitud menos diplomática no se hizo esperar, señalándole que estabamos "desde antes de las 22 horas. Golpeamos, nos dijeron que abrían a las 22, en circunstancias que el tributo estaba anunciado a esa hora. Hemos sido los primeros en ingresar, estamos en la mesa 46, pedimos para beber y comer y ya estamos con las orejas como pailas, esperando. La verdad, la experiencia es algo desilusionante. Ojalá la banda arregle la noche". Ese mensaje no causó reacción en el administrador, y tampoco el siguiente. Del administrador nunca más se supo.
Aunque parezca increible a las 23:48 el administrador del chat nos pregunta si iríamos al teatro cuadno ni siquiera confirmó la reserva solicitada

Y así dan las 12 de la noche. Hacía un rato que los músicos habían terminado de instalar los instrumentos y parecía inminente el inicio, siempre acompañados por la música ambiental, esa estridente, muy inoportuna para compartir con la pareja o los amigos. A estas alturas, ya dudábamos seriamente de los niveles de sentido común, buen criterio y gusto de los dueños y administradores del recinto.

De pronto se apaga la música ambiental y aparece “A Band of magic”. La ansiedad de que la banda arreglase la accidentada noche era enorme. Apenas sonaron las primeras notas, la ansiedad desapareció, dando paso a la neurosis. No tengo claro si mi neurosis era mayor por la cacofonía que tuve que soportar, tapando mis oídos, que la que parece sufren los miembros de la banda, con un vocalista que pretende cantar como Freddy Mércury, lo que jamás hará.
LA adminsitración del Teatro Bohem no se dio por aludida ante el pésimo espectáculo

El espectáculo de "A Band of Magic" fue de una estridencia insoportable, una ejecución con volúmen excesivo, con el micrófono del vocalista saturado, con acoples constantes. Un grupo de primates, borrachos, lo hubiese hecho mejor.

Siendo justos, la banda toca bien y el cantante se defiende. Sin embargo, los desaciertos técnicos y el griterío del vocalista, eliminaron cualquier atisbo de armonía, real musicalidad, categoría estética, como decía Lafourcade, agregando que la banda estaba para kermese de colegio, y eso es mucho decir.

Le dimos un tiempo razonable para que ajustasen las perillas, aguantamos hasta la pausa musical a la media hora, se cansan rápido los chicos, y en ese momento, ya con la esperanza absolutamente perdida en que mejorase el espectáculo, abandonamos el local, en un acto de sobrevivencia, para no llegar sordos a la tercera edad.

Así, con una serie de desaciertos, descriterio, total ausencia de un sentido estético, musical, con una administración que ignora las normas de publicidad e información que la ley del consumidor exige, además de permitir menores en un local donde se vende alcohol, no queda más que calificar al Teatro Bohem como lo peor que he sufrido alguna vez en un recinto de esta especie.

Una nota uno es lo que se merecen en el Teatro Bohem ya que son tozudos, indolentes, no aprenden nunca.

sábado, 20 de enero de 2018

Eagles y el "Hotel California" mexicano llegan a un acuerdo tras demanda

El lugar hacía creer a sus huéspedes que el nombre era por la famosa canción de la banda estadounidense. El grupo estadounidense Eagles llegó a un acuerdo, tras la demanda contra un hotel mexicano llamado "Hotel California", en relación a la reconocida canción de la banda.

La acusación y la defensa desestimaron conjuntamente la demanda ante un tribunal federal de Los Angeles, California, mientras que la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU. aceptó el requerimiento del hotel de abandonar su petición de registro.


Eagles aseguraba en su denuncia que los propietarios del Hotel California, en Baja California, México, hacían creer desde 2001 a sus huéspedes que este alojamiento guardaba relación con el tema.

La banda negó que la canción "Hotel California" tenga que ver con ese lugar y exigió a sus dueños que dejaran de lucrar usando el nombre de su tema y reclamaron una indemnización.

En su página web, el hotel apuntó a una conexión entre el lugar y la canción, pero indica de forma explícita que sus propietarios "no tienen ninguna afiliación ni promueven ninguna asociación" con la banda.

La canción se convirtió en el gran éxito de Eagles y alimentó toda clase de historias sobre el famoso hotel, desde que estaba situado en México hasta que se refería a un centro psiquiátrico de Los Angeles.

La misteriosa letra de "Hotel California" se interpretó como una metáfora de los excesos de la vida de los artistas, también como una mirada al sueño americano y hubo quien incluso señaló que incluía mensajes satánicos.

Fuente: Cooperativa.cl.

lunes, 1 de enero de 2018