Señor director:
Cuando luego de cinco años al fin se aprueba la
Ley de Televisión Digital Terrestre (TDT), lo que más se escuchan son
críticas al nuevo cuerpo legal. Si bien es cierto que buena parte de las
críticas son atendibles desconocen lo trascendental de esta normativa,
que es su sola existencia.
La TDT abre posibilidades esperadas
por distintos actores sociales. Es cierto que los incentivos para
mejorar la calidad de los contenidos no son suficientes, pero el mayor
“grosor” de la banda permitirá la oferta de más canales, lo que
eventualmente podría ser el inicio de una mejor calidad. Asimismo, es
evidente que la calidad de la señal, reflejada en la imagen (que se
podrá ver también en dispositivos celulares) es un atractivo notable.
Es
para valorar la obligación que se impone a los canales de libre
recepción para que aseguren una cobertura nacional de su señal del 80%,
en un escenario de absoluta falta de inversión en las últimas décadas.
Los canales de libre recepción son beneficiarios de una concesión
estatal, y una obligación esencial es que puedan ser captados con una
simple antena de conejo y sin necesidad de contratar televisión por
cable.
Así las cosas, tras la implementación de las nuevas
señales todos los actores deberemos exigir las mejoras que se estimen
pertinentes. Pero para ello primero encendamos la tele y luego
redactemos la crítica.
Alejandro PujáCoordinador Odecu
Publicación original: La Tercera
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