El
aumento del sueldo mínimo es una demanda esencial de los trabajadores,
especialmente de aquellos de más bajos ingresos cuyas familias pueden
depender del trabajo de uno o más de sus miembros. Sin embargo, el
aumento salarial que parece positivo puede, en algunos casos,
transformarse en efectos económicos que terminan afectando precisamente a
los de menos ingresos. En este breve artículo, revisamos los pro y los
contra de los aumentos salariales.
Artículo preparado por Alejandro Pujá Campos,
Director del Servicio de Educación Financiera de Consumidores Asociados.
Para
algunas familias el sueldo mínimo es el principal y único ingreso y por
ello la discusión de su reajuste suele tomar mucho tiempo a losa ctores
políticos y sindicales. Además, el porcentaje de reajuste del sueldo
mínimo en el sector privado suele ser una esperada referencia para los
trabajadores del sector público. Y si bien es cierto que en los sueldos
más altos, las reglas y criterios de negociación son distintos, los
aumentos de cualquier sueldo o salario, cuando afecta a muchas personas
puede tener efectos positivos y también negativos en la economía de
mercado, algunos de los cuales revisamos a continuación.
Los
aumentos de los ingresos suelen estimular el consumo interno al tener
los trabajadores un mayor poder adquisitivo, especialmente respecto de
aquellos de menores ingresos que manifiestan una mayor propensión al
consumo, cuando ven aumentados sus ingresos. El mayor consumo debiera
impulsar la producción y eso se nota en el aumento del empleo.
Otros
plantean que un sueldo mínimo ético, entendido como aquel que permite
la manutención de una familia, es la mejor forma de redistribuir la
riqueza, pues debe financiarlo el empresario o empleador, dependiendo
las familias cada vez menos de bonos y subsidios estatales, los que
aumentan el gasto público.
Finalmente,
se plantea que un trabajador con mejores ingresos fortalece su posición
de negociación ante el empleador el que, a su vez, se torna más
propenso a invertir en la capacitación laboral pues se estima que el
trabajador tenderá a mantenerse en un empleo mejor pagado donde sus
mayores capacidades sean valoradas.
Por
otra parte, los que se oponen a aumentos considerables en el sueldo
mínimo, plantean que el mayor costo salarial necesariamente se
trasladará a los costos de los productos, subiendo los precios. Así, el
mayor consumo de los trabajadores se vería rápidamente limitado por los
precios más altos, aumentando los índices de inflación, naturales ante
circunstancias de mayor demanda de productos y servicios. De esta
manera, los trabajadores consumidores perderían el poder adquisitivo que
el aumento salarial les produjo.
Distinto
efecto habría en la economía si el aumento salarial de los trabajadores
no se destinase completamente a consumo sino a ahorro o a inversión.
Una
interesante forma de invertir parte de los ingresos de los trabajadores
es a través de participar de las sociedades propietarias de las
empresas que los emplean. Es decir, tener acciones del lugar donde se
trabaja. Esta fórmula es utilizada en algunas empresas europeas y
americanas y puede ser una manera de fortalecer el capital de la
compañía, aumentando los ingresos de los trabajadores a través de las
utilidades que generan sus inversiones. Esto es una forma de capitalismo
popular.
Cuando
los nuevos o mayores ingresos de los trabajadores se destinan al
ahorro, la inversión y menos en el consumo, no sólo se fortalece la
posición de las familias, sino que además se protege a aquellos que
dependen de sus pensiones pues los procesos inflacionarios serán más
lentos.
Finalmente,
un eventual efecto adverso de salarios muy elevados puede aumentar el
desempleo, pues los empleadores buscarán optimizar el rendimiento de los
trabajadores, despidiendo a los menos productivos.
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