La
última obra puesta en escena por la compañía de Coco Legrand queda en
deuda, no por un guión que cumple bastante bien con un relato, sino por
la absoluta desconexión con el público asistente en la sala. Los actores
fueron aplaudidos, pero la sensación de que faltó chispa se respiraba
en el ambiente.
Artículo preparado por Alejandro Pujá Campos,
presidente de Consumidores Asociados.
El
pasado 9 de mayo de 2017 Coco Legrand, Jaime Vadell y Tomás Vidiella
presentaron en el Teatro Regional de Rancagua la comedia "Viejos de
mierda", una simpática obra que reproduce los diálogos de tres adultos
mayores que coinciden en la espera para renovar la licencia de conducir.
Los
tres actores, con la fortaleza de su larga trayectoria, demuestran su
profesionalismo en el riguroso desarrollo, sin vacilaciones, de un guión
que conocen al detalle. Sin embargo, es precisamente esta rigurosidad,
quizás el temor de que no se les olvide el libreto, lo que aporta una
rigidez que le quita encanto a la presentación. En lo individual, cada
uno en su estilo, demostraron su gran oficio, nada que decir.
Como
espectador nunca me sentí acogido, integrado al espectáculo, como es
habitual en el teatro donde suele haber alguna interacción con el
público, algún comentario de la contingencia nacional o particularidad
local que hace que cada presentación tenga un sello distintivo. A ratos,
parecía una película con actores de carne y hueso, incluso pensé que
hacían un playback de los diálogos, todo era demasiado rígido.
Olvidaron
estos grandes actores que el teatro es una actividad viva, que permite
espacios de intimidad, confianza, entre todos aquellos que estamos bajo
el mismo techo. Y la temática elegida para el guión lo permite
fácilmente, pues la obra navega en las tristezas que trae una vejez que
no se respeta, en un Chile que no está a la altura del envejecimiento de
la población, tratando a los viejos como un estorbo.
Así,
un gran tema, con un guión correcto, no alcanzó a maravillarnos, a
extasiarnos, como tantas veces Legrand lo ha hecho con su humor incisivo
y reflexivo, que como él mismo ha dicho, raspa los cachos.
La
última obra puesta en escena por la compañía de Coco Legrand queda en
deuda, no por un guión que cumple bastante bien con un relato, sino por
la absoluta desconexión con el público asistente en la sala. Los actores
fueron aplaudidos, pero la sensación de que faltó chispa se respiraba
en el ambiente.
Faltó
en esta obra el factor humano, hablar al público mirándolo a los ojos,
con lo que el espectáculo sólo fue el correcto. El público siempre fue
agradecido, rió lo suficiente, aplaudió el momento, la trayectoria y las
canas, pero nada más. Estos actores no son unos viejos de mierda, son
de lo mejor de nuestro teatro, pero en esta ocasión se quedaron como
unos viejos algo fomes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario