El
sábado 25 de junio de 2017, Luis Dimas se presentó ante un reducido
grupo de asistentes en el Teatro Bar Bohem de Rancagua, en un concierto
íntimo que demostró como a sus más de 70 años, conserva prácticamente
incólume su calidad vocal, una energía envidiable y un histrionismo
inigualable. Lástima que la falta de una adecuada publicidad haya
privado a los rancagüinos de un notable espectáculo.
Por
ahí se dice que para que la vida sea plena se debe viajar a muchos
lugares, hacer lo que nos gusta y no sólo aquello a que nos obliga el
trabajo, e ir a ver a tus artistas favoritos. Así que cuando me enteré
que se presentaría Luis Dimas en el Teatro Bar Bohem de Rancagua,
no lo dudé y reservé una mesa en un local que no había visitado, aunque
sé lleva varios meses funcionando. La verdad es que pensé que si no
reservaba oportunamente me quedaría sin poder verlo.
El
Teatro Bar Bohem abrió a las 22 horas y el artista estaba anunciado a
las 23 horas. Así que a las 22:30 ya estábamos ingresando a un pequeño
local que, entre sus butacas y mesas, puede recibir cómodamente a poco
más de un centenar de personas. La presencia de sólo unas cinco personas
fue la primera alarma de que la convocatoria no había sido exitosa.
Mientras
esperamos a Dimas fuimos atendidos por una jóven garzona que partió
excusándose porque la carta de bebestibles era sólo una hoja impresa por
ambos lados, ya que habían encargado una nueva presentación que no
había llegado aun. Tampoco había carta de alimentos, excepto lo que
tenía anotado en su libretita y lo que recordaba con su frágil memoria.
Pero íbamos a ver a Luis Dimas, así que nada de hacerse mala sangre.
Los
precios son razonables y el servicio se esmera pero, claramente, debe
mejorar la mano del cocinero pues no puede un sandwich pasarse en sal y
el otro no tener nada, acompañándolos con una porción de papas
sumergidas en aceite, cuando debían ser fritas. Lo anterior, unido a la
ausencia de bebidas calientes como té o café, en un local algo frío,
ambientado con una buena selección musical que compite con el ruido de
lo que parece ser un sistema de aire acondicionado, no ayuda a estar
completamente a gusto.
No
terminábamos nuestros sandwichs cuando ya dieron las 23:30 y salió Luis
Dimas a escena, con una breve presentación grabada que le da cierta
categoría al lugar que, dicho sea de paso, es una casa antigua
refaccionada que ofrece un ambiente muy decente.
Pero,
no estábamos allí por otra razón que Luis Dimas y vaya que valió la
pena. Dimas asumió la poca audiencia pero, como corresponde, agradeció
la asistencia y levantó el ambiente con una voz potente adecuadamente
acompañada por las pistas que un inteligente sonidista procuró proveerle
oportunamente, a un volúmen razonable al local, cuestión en que muchos
artistas y producciones fallan rotundamente, reventando los tímpanos del
público.
En poco más de una hora, Dimas repasó una selección de su larga discografía como Caprichito, Si supieras que te vi, recordando a Jorge Pedreros, a Peter Rock e interpretando a Tom Jones, Paul Anka y también temas más modernos como Hold the line,
de Toto; cantó a capella en otros pasajes, hizo corear a la veintena
que estábamos allí y finalizó con una emocionada versión de My way,
con rodilla en el piso, como los grandes, entre los aplausos de quienes
queríamos haber sido más, para otorgarle a Luis Dimas el marco de
público que se merece.
Salimos
del Teatro Bar Bohem luego de pasar a saludarlo, esperando poder verlo
nuevamente en este u otro escenario, pero repleto, como lo merece este
tremendo artista. Y si eso no ocurre, guardaré en mis recuerdos haber
disfrutado de un concierto íntimo con este verdadero patrimonio
artístico viviente, al que tuve la ocasión de saludar y abrazar,
llevándome una de sus emocionadas lágrimas en la solapa de mi chaqueta.
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