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lunes, 26 de junio de 2017

Luis Dimas: Patrimonio artístico viviente

El sábado 25 de junio de 2017, Luis Dimas se presentó ante un reducido grupo de asistentes en el Teatro Bar Bohem de Rancagua, en un concierto íntimo que demostró como a sus más de 70 años, conserva prácticamente incólume su calidad vocal, una energía envidiable y un histrionismo inigualable. Lástima que la falta de una adecuada publicidad haya privado a los rancagüinos de un notable espectáculo.

Por ahí se dice que para que la vida sea plena se debe viajar a muchos lugares, hacer lo que nos gusta y no sólo aquello a que nos obliga el trabajo, e ir a ver a tus artistas favoritos. Así que cuando me enteré que se presentaría Luis Dimas en el Teatro Bar Bohem de Rancagua, no lo dudé y reservé una mesa en un local que no había visitado, aunque sé lleva varios meses funcionando. La verdad es que pensé que si no reservaba oportunamente me quedaría sin poder verlo.

El Teatro Bar Bohem abrió a las 22 horas y el artista estaba anunciado a las 23 horas. Así que a las 22:30 ya estábamos ingresando a un pequeño local que, entre sus butacas y mesas, puede recibir cómodamente a poco más de un centenar de personas. La presencia de sólo unas cinco personas fue la primera alarma de que la convocatoria no había sido exitosa.

Mientras esperamos a Dimas fuimos atendidos por una jóven garzona que partió excusándose porque la carta de bebestibles era sólo una hoja impresa por ambos lados, ya que habían encargado una nueva presentación que no había llegado aun. Tampoco había carta de alimentos, excepto lo que tenía anotado en su libretita y lo que recordaba con su frágil memoria. Pero íbamos a ver a Luis Dimas, así que nada de hacerse mala sangre.

Los precios son razonables y el servicio se esmera pero, claramente, debe mejorar la mano del cocinero pues no puede un sandwich pasarse en sal y el otro no tener nada, acompañándolos con una porción de papas sumergidas en aceite, cuando debían ser fritas. Lo anterior, unido a la ausencia de bebidas calientes como té o café, en un local algo frío, ambientado con una buena selección musical que compite con el ruido de lo que parece ser un sistema de aire acondicionado, no ayuda a estar completamente a gusto.

No terminábamos nuestros sandwichs cuando ya dieron las 23:30 y salió Luis Dimas a escena, con una breve presentación grabada que le da cierta categoría al lugar que, dicho sea de paso, es una casa antigua refaccionada que ofrece un ambiente muy decente.

Pero, no estábamos allí por otra razón que Luis Dimas y vaya que valió la pena. Dimas asumió la poca audiencia pero, como corresponde, agradeció la asistencia y levantó el ambiente con una voz potente adecuadamente acompañada por las pistas que un inteligente sonidista procuró proveerle oportunamente, a un volúmen razonable al local, cuestión en que muchos artistas y producciones fallan rotundamente, reventando los tímpanos del público.

En poco más de una hora, Dimas repasó una selección de su larga discografía como Caprichito, Si supieras que te vi, recordando a Jorge Pedreros, a Peter Rock e interpretando a Tom Jones, Paul Anka y también temas más modernos como Hold the line, de Toto; cantó a capella en otros pasajes, hizo corear a la veintena que estábamos allí y finalizó con una emocionada versión de My way, con rodilla en el piso, como los grandes, entre los aplausos de quienes queríamos haber sido más, para otorgarle a Luis Dimas el marco de público que se merece.

Salimos del Teatro Bar Bohem luego de pasar a saludarlo, esperando poder verlo nuevamente en este u otro escenario, pero repleto, como lo merece este tremendo artista. Y si eso no ocurre, guardaré en mis recuerdos haber disfrutado de un concierto íntimo con este verdadero patrimonio artístico viviente, al que tuve la ocasión de saludar y abrazar, llevándome una de sus emocionadas lágrimas en la solapa de mi chaqueta.

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